Sobreexplotación crónica del agua subterránea es de mayor magnitud en esta región
MEDIOAMBIENTE. Estudio de la U. de Chile revela que en La Ligua y San Felipe hay descensos de 50 metros en 10 años, equivalentes a un edificio de 20 pisos.
El estudio titulado «El estado alarmante del agua subterránea de Chile Central: Un caso paradigmático de una prolongada sobreexplotación», liderado por investigadores de la Universidad de Chile y publicado el 11 de octubre por la prestigiosa revista científica «Science of the Total Environment», reveló la preocupante situación de la sobreexplotación de los acuíferos en la región central de Chile durante las últimas cinco décadas.
Los investigadores, liderados por el doctor Matías Taucare y la doctora Linda Daniele, del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) y el Centro Avanzado para Las Tecnologías del agua (CAPTA) de la Universidad de Chile, en colaboración con el doctor Benoît Viguier, de la Université Côte d’Azur, en Francia, y el MSc. Ronny Figueroa, de la Université de Neuchâtel, en Suiza, llevaron a cabo un extenso trabajo que abarcó la recopilación de datos, procesamiento, análisis, trabajo en terreno y la publicación de su investigación a lo largo de más de un año.
Seis cuencas en esta región
El estudio se centró en nueve cuencas de la región central de Chile, incluyendo Petorca, La Ligua, Aconcagua, Maipo, Rapel, Puchuncaví, Valparaíso, Santo Domingo y Pichilemu. Los investigadores analizaron datos de 222 pozos (de un total de 461) y más de 26 mil derechos de aprovechamiento de agua, abarcando un periodo de cinco décadas, desde 1970 hasta 2020.
El objetivo principal fue evaluar la evolución de los niveles de agua subterránea y su extracción en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O’Higgins, mediante el análisis de 26.065 derechos de agua subterránea y 222 pozos de observación pertenecientes a la Dirección General de Aguas. Los resultados revelaron un aumento significativo en las extracciones de agua subterránea, pasando de 498 hm3 en 1970 a 8.883 hm3 en 2020, lo que representa un incremento del + 1.680%.
El estudio demostró que los descensos más notables en los niveles de agua subterránea se registraron en áreas como Cabildo, San Felipe, Casablanca (Valparaíso), Huertos Familiares, Polpaico, Maipú (Metropolitana) y Rancagua (O’Higgins). En algunos casos se documentaron descensos de más de 20 metros en menos de una década. Los ejemplos más extremos se encontraron en La Ligua y San Felipe, donde los niveles de agua subterránea han descendido aproximadamente 50 metros en 10 años, equivalente a la altura de un edificio de 20 pisos.
Principales conclusiones
Una de las principales conclusiones del estudio, destacó Matías Taucare, es que «desde Petorca a Rapel el agua subterránea muestra un régimen en equilibrio desde 1970 a 1988, y luego un descenso sostenido, desde 1988 los acuíferos se empiezan a encontrar en un estado de sobreexplotación, lo cual se observa desde el 2010 en adelante».
«Eso significa que estamos sobreexplotando los acuíferos desde hace décadas, en los años 80 se podía encontrar el agua a 50 metros más arriba que en la actualidad, es decir, hemos quitado a nivel general en todos los acuíferos, una cantidad similar a un edificio de varios pisos», complementó Daniele.
La investigadora hizo notar que «los datos en los cuales nos basamos y que al final se demuestran la sobreexplotación son datos sobre los derechos de agua subterránea otorgados bajo el marco legal, son datos públicos que están en la Dirección General de Aguas».
Si esto no se detiene, advirtió Taucare, puede haber «varias consecuencias, y las primeras que se podrían ver, por ejemplo, es que el agua subterránea en algunos sitios está conectada a ríos que son alimentados por las napas, pero si las aguas empiezan a descender, los ríos se empiezan a desconectar del agua subterránea y eso quiere decir menor caudal; puede afectar, por ejemplo, a ecosistemas o humedales que dependen del agua subterránea».
«A su vez, en cuanto a consecuencias más sociales, la gente que tiene pozos menos profundos van a quedar secos, porque el agua subterránea va a ser cada vez más profunda y, por lo tanto, se vuelve un problema de inaccesibilidad al agua», añadió el investigador.
«Y también se pueden empezar a generar problemas físicos al territorio, porque al bajar tanto los niveles de agua, los materiales que contienen esta agua se van a ir recompactando, entonces tenemos ejemplos de otros sitios en el mundo donde una sobreexplotación ha generado muchísimos problemas en superficie, la infraestructura que tenemos en superficie puede verse afectada», advirtió Daniele.
«no hay un uso acorde»
En esa línea, recalcó que «el problema es que estamos usando una reserva de agua de una manera súper acelerada, y esto, obviamente, no es sustentable si pensamos que no hay un uso acorde a la tasa de renovación de estas aguas, es como si estuviéramos usando todos nuestros ahorros del banco».
Taucare hizo énfasis en que si bien los derechos de agua ya no son a perpetuidad, «lo que planteamos nosotros es que finalmente los derechos de agua tienen que seguir el marco hidroclimático, es decir, independiente de si son perpetuos o no, el caudal otorgado o el caudal de uso debería estar acorde a si hay lluvias o no hay lluvias, por ejemplo, por decirlo de una manera sencilla, o si los niveles están descendiendo o no. Entonces, si lo ponemos en un caso práctico, si los niveles están descendiendo, los derechos no deberían sacar la cantidad de agua otorgada, sino que debería ser menos».
Estudiar la disponibilidad
Sobre ese punto, Daniele apuntó que «lo que se hace en el mundo es que se estudia constantemente la disponibilidad que hay en un año hidrológico, para que todos los usuarios de un acuífero sepan lo que se puede usar o lo que se ha renovado en un año, y eso es la disponibilidad que se debería entregar. Hacen falta sistemas más flexibles sobre el control de lo que se bombea de los acuíferos. Estamos sacando mucha más agua de la que entran a los acuíferos anualmente».
Taucare hizo notar que la sequía que se arrastra desde hace 13 años sólo exacerbó el problema, «pero la la sobreexplotación venía desde antes, desde 1988».
El panorama, alertó Daniele, «es difícil revertir, debido al marco legal que se tiene, pero es necesario, por ejemplo, avanzar en una coordinación a nivel de acuíferos para que todos los usuarios entiendan lo que está pasando. En otros lugares, cuando se han dado situaciones así, se ha operado a nivel de cuencas. Hay que hacer un trabajo social y legal para que este uso se convierta en un uso más adecuado a lo que el territorio es capaz de entregar, pero esto no va a ocurrir de un momento a otro, son años de trabajo en varios frentes, donde la administración y la sociedad civil tienen que coordinarse muy bien».
«Los datos en los cuales nos basamos y que demuestran la sobreexplotación son datos sobre los derechos de agua subterránea».
Linda Daniele, Investigadora de la U. de Chile
«Si los niveles están descendiendo, los derechos no deberían sacar la cantidad de agua otorgada, sino que debería ser menos».
Matías Taucare, Investigador de la U. de Chile
1988 es el año en que comenzó a exacerbarse la sobreexplotación del agua subterránea en Chile.