Alfredo Moreno: “Hay un peligroso inmovilismo en el gobierno frente a la crisis del agua, que puede ser como un terremoto”
Alfredo Moreno tiene una gran preocupación, que es la crisis del agua. Como ministro de Obras Públicas planteó algunas soluciones, pero “no se ha hecho nada”, dice. La palabra clave para él es “adaptación”. “Chile necesita adaptarse para encarar un problema que está en la esencia de la vida y si no lo abordamos, puede convertirse en una catástrofe como un terremoto de primera magnitud”, plantea.
Hay informes que establecen que el 2050 Chile se podría quedar sin agua potable. ¿Es un pronóstico alarmista o razonable?
-Hay estimaciones en ese sentido, pero ojo que ya hay zonas que tienen problemas hoy día, por ejemplo, la cuenca de Coquimbo. Estuvo a punto de quedarse sin agua en los embalses. Gracias a las lluvias recientes se recuperó algo. Pero la solución es una planta desaladora, cuya construcción está tomando mucho más tiempo de lo esperado.
Si se volviera a producir una sequía como la que se vivió en los años anteriores, que fue la peor de la historia, tendríamos desabastecimiento de agua potable para ciudades grandes. Esa es la situación.
-¿Qué zonas son las más afectadas?
-El centro, centro norte y centro sur, que es donde vive el 80 % de la población. A Valparaíso, por ejemplo, que incluye Viña, Concón, Reñaca, Zapallar, La Ligua, Papudo, le queda una fuente de agua, que se mejoró gracias a cañería reversible y el embalse Los Aromos. Pero la solución para los años venideros es sumarle a eso una planta desaladora, que también está atrasada.
-¿Debido al exceso de trámites?
-Problemas de permisos, probablemente. Pero lo concreto es que hay que actuar de manera urgente, porque la estimación es que podríamos tener un problema gravísimo en corto tiempo. Todo indica que vamos a volver a la curva descendente en el agua caída y que no vamos a tener lluvias como las de este año.
-¿Cuándo se podría tener una situación de emergencia?
-Esto es como los terremotos. Nosotros sabemos que vamos a tener un terremoto. Sabemos que cada cierto tiempo, en promedio 25 años, pero puede ser mañana, vamos a tener un tremendo terremoto, ¿entonces qué hacemos? Tenemos un sistema de emergencia, preparamos a la gente para los tsunamis, tenemos el sistema de los teléfonos que avisan, cambiamos los códigos de construcción para que los edificios no se caigan, etcétera.
Eso es lo que necesitamos en el agua. Tenemos que tomar las medidas porque no sabemos en qué momento vamos a llegar al punto en el cual no vamos a tener agua para el consumo humano. O para la actividad industrial y la agricultura.
-¿Es una crisis que ya es una realidad?
-La crisis no es una cosa futura, la hemos vivido. Santiago, en la sequía de 2019, en el invierno llegó a ocupar 85% del río Maipo, cuando no debería ser más del 38%. En Valparaíso igual. Peñuelas se acabó como recurso hace mucho rato. Y la única fuente que hay es el río Aconcagua, pero la planta donde se saca el agua está al llegar al mar. Es urgente hacer una cañería reversible y una planta desaladora.
-Una zona agrícola por excelencia, el Maule, ¿también vive un presente crítico?
-Así es. El Maule tiene soluciones que son relativamente fáciles, que tienen que ver con uso del agua subterránea, recarga de acuíferos; pero hay que hacer las obras. ¿Y cuánto se ha hecho? Nada. Además, a medida que hay sequía, se va produciendo un conflicto entre cuándo necesita el agua el agricultor y cuándo la necesita la generadora de electricidad. Para evitar eso, hay soluciones establecidas que no se han hecho.
-Hablas de cosas que hay que hacer. ¿Cómo evalúas lo que está haciendo el gobierno para abordar esta crisis?
-A mí me parece que hay un peligroso inmovilismo en el gobierno frente a la crisis del agua, que puede ser como un terremoto, como te decía. Hay 43 instituciones que están involucradas con el agua en distintas formas. Esto es un tema que está muy analizado. Hay estudios del Banco Mundial. Y no hay dos opiniones sobre esta materia: tiene que haber una mejor coordinación. Y debería haber alguien encargado de esa coordinación. Nosotros, en el gobierno de Piñera, tomando la propuesta del Banco Mundial y de la Mesa Nacional del Agua, presentamos un proyecto para que ese coordinador fuera el Ministerio de Obras Públicas. Ese proyecto está en el Congreso y no se ha movido nada.
-¿Cuál ha sido la respuesta de la administración Boric?
-El gobierno actual primero decidió que había que cambiarlo y le dio la función administrativa al Ministerio de Medio Ambiente. Eso no tuvo los resultados esperados, porque ahora retrocedieron en esa decisión y se lo entregaron de vuelta al Ministerio de Obras Públicas, pero siempre en forma administrativa. El Ministerio de Obras Públicas no tiene atribuciones, sino que actúa de hecho por mandato del Presidente.
-¿No es una solución permanente?
-Eso es una manera de salvar el momento. Pero hemos perdido mucho tiempo, y no hemos avanzado para nada en el proyecto integral que resuelve el problema, en forma legal y con las atribuciones, de manera de que esto funcione como corresponde. Se necesita dirigir, coordinar y apoyar esta adaptación gigantesca que tenemos que hacer en todo el país.
-¿Este uno de los problemas más graves que enfrenta Chile?
-Sin duda. Se nos olvida porque llovió. Parece un problema irrelevante. La gente que vive en las ciudades abre la llave y sale agua. Pero cuando falta el agua es lo esencial y la base de la vida.
Chile ya ha tenido eventos de emergencia gravísima en los últimos años. Y con la lluvia no se nos puede olvidar. La única manera de solucionarlo no es durante la emergencia. Durante la emergencia uno hace lo mejor que puede. El problema que tenemos requiere realizar obras que demoran mucho tiempo. Hacer un embalse toma 30 o 40 años; hacer una planta desaladora una década. Y sobre todo es necesario adaptarse a una nueva realidad, agravada por el cambio climático. Chile es uno de los países que más se verá afectado por el cambio climático en el mundo.
-¿Qué pasa si se mantiene este inmovilismo?
-Vamos a llegar a un punto en el cual la emergencia va a ser de tal magnitud que va a significar un dolor impensable para la actividad económica y para los ciudadanos.